Casita de Monte

 Relato


Casita de Monte 2020

 

¡Siempre hay una mirada levantada al horizonte! y esas cosas que pasan por la mente se descubren cada día que luchamos simulando desconocer lo que sucede, como la ocasión que nos quedamos atascados en el lodo sin llegar a casa, y a duras penas logramos armar un pretexto por despistados. Y pienso que con optimismo soy el caminante del siguiente día que va en la misma dirección hasta llegar al rancho.

Muchas veces me he reído con las reacciones del perro al lanzarlo agua, y ver como a mis carcajadas se acostumbran los pajaritos, hasta he intentado conversar con ellos inventado mi propio lenguaje, me sacudo haciéndoles bromas para asustarlos, a ellos les da miedos y cuando vuelan en el aire los atrapo con la mirada cuando se pierden en las ramas y se alegran. 

Teniendo el monte al frente, y las gallinas cacareando alrededor, y la experiencia de vida entre los maizales y las legumbres, el sembrar maíz es una muy buena idea sirve además para cocinar sangos y tener el morocho durante el todo el año, las abejas circulando por los oídos muestran el camino a su panal. ¡Encontrar miel en los arboles es fantástico! pero más seguro es sembrar un poco de caña para endulzar el agua.

 

En el fondo sigo solitario, solamente con la imagen de ella en mi cabeza a partir del primer día que lo vi, no es suficiente, ahora he cruzado el rio por un palo de cedro, en eso ya no existe valentía o permanecer  admirando la naturaleza no cambia el momento.

 

Es el hombre que por sí solo construye su caos, y esperando el quiebre admite un necesario te quiero y entonces ama, para decir he amado y queda tan preso por derrotar su yo.

Sé que he visto sus ojos, los he amado, pero sigo con mi yo, hasta encontrarme fulminado frente a ti y cuando decides  darme tu Sí. Se conmueve el silencio y en el grito somos novios, somos uno.

La tierra quisiera contarnos sus historias si la escuchamos decía mi padre, para él era la imagen de la fertilidad que encontrábamos en nuestros pies, por ello y por costumbre sembrábamos en los surcos la yuca y la papa china. ¡Ha!  pero saliéndome de la rutina analizando la vida un poco y observándola dije; así es también como pensamos que los hombres y las mujeres dejan la soledad y se acompañan, y en verdad cada día se matan juntos.

 

Ese mes mi padre salió de viaje, yo no supe a donde fue, lo que si intuí es que se tomaría todo el tiempo para distraerse. Si fuese la primera vez que sucede esto le estaría esperando con el almuerzo hasta ahora, pero de lo que yo recuerdo siempre se ha ido sin mí, y por cierto que ya han pasado más de siete días. Entonces canto:

 

Mi padre se va, ellos tienen

Alma de exploradores

que buscan las campanas

que cuelgan en Loreto,

Ahí me dejas solo.

Y yo quiero quedarme aquí.

Mientras ellos dudan.

¡Hasta que mi padre vuelva!

Construiré mi casa.

 

El tiempo pasa, y con ello llegó mi esposa que me ayuda en las labores, deteniendo el tiempo y ahora nos callamos el uno al otro.

 

Ahora, Bolívar, nacerá en ocho meses justo cuando pase el invierno, Orfelina, ha traído la alegría a mi vida, lo sé cuándo nos sentamos junto al fuego al empezar la noche, ya cuando se callan todos los pájaros del monte y como pichoncitos después de la cena ¡volamos a nuestro nido!

Hay días que nos atrapa el rumbo del silencio cuando brilla de la otra cara de la moneda, lo mismo que por primera vez esperamos la llegada de un  hijo y su grito. Ella, tiene el dolor en su cuerpo esperando que nazca la vida todo el día, reduciendo su existencia a tal punto de querer despedirse de este mundo, sentada sobre la cama rápidamente se levanta y habla: ¡no avanzo!¡entonces como arpía saludo. ¡Ten ánimo!

Ese instante es infinito.

 

Al otro día, haciendo memoria del pasado en la mañana, le recuerdo a mi amada la forma y  soledad en que vivíamos, el maíz y el fréjol y unas pocas plantas sembradas en la chacra no nos permitían variar las comidas y en algunas ocasiones junto a mi padre en el fogón nos reíamos en cuclillas acordándonos de lo que pasaba en el campo ese día.

 

Salimos de esos chaquiñanes desordenados, mirábamos  cada día el horizonte, entrando y saliendo de la selva descubriendo el mejor lugar para vivir acurrucados, aun cuando llovía caminábamos por debajo de los guamales y bebíamos el agua sin empinarnos, cortamos los árboles y retiramos sus ramas y despejamos la trocha, paramos el poste para ubicar el límite de la tierra y soñamos construyendo nuestra casa uniendo los palos nudo a nudo con  bejucos.

 

Tu mi compañera me llevaste apresurado contra el tiempo a construir junto a la quebrada con un montón de maderas, hojas y muchas piedras el cálido refugio de nuestra idea, unimos la madera ajustando cada chilla con venas presionando con fuerza entre los pilares levantando una ventana, dividiendo la cocina y decorando el dormitorio, entonces cuando quedo levantada esa alegre casa, mi suegro curo el techo, y ella entro a sus pasillos estrechos y angostos para subir por la escalera de palos,  como el deseo del viento cuando entra libre al fuego y la luz se mete entre las hendijas  ¡O!, ¡casita de monte!, la que recibe a todos y donde susurran mis amigos sentados alrededor del fuego, entre las gotas de hollines en la esquina de la llama, entregamos carcajadas a los vientos, chasqueando a los mosquitos y mirando telarañas, compartimos por siempre el suelo que se hace polvo y entre hermanos saboreamos una taza  de café.

 

El tiempo ahora ya no es igual, los abuelos no alcanzaron a mirar este día, yo no debo estar sentado aquí, y de aquel entonces olvidado cuando no tenía esperanza ni había propósito y el hastío del cansancio me  cobijaba día y noche en esa jungla de la nada.

 

Hasta que concluimos caminar silbando en el recorrido a la playa donde escarbo el oro buscando tu sustento, entendiendo que de nada sirve el oro y que también es polvo cuando se desploma de mis dedos en la arena, me contento en las travesías que hago a los montes cuando pasan mis ojos de las nubes y de nuevo me permiten exclamar ¡tanto es la calma que sobrevivo y que me suaviza el encargo que me rodea.

Mientras que despacio y hasta un poco rudo  descubro que el ¡Bendito trajo felicidad a la tierra! Y que me encontró aquí entregado a la vida y derrotando a la muerte. Aruñando.

 

Autor: Leighton Natanael Zarria A.

Comentarios

Entradas populares