Serie de Biografías sobre "Mujeres Virtuosas" del escritor: Leighton Natanael Zarria A.

 

Linares- Ecuador, 29 de agosto de 2020

N. 001

 

VIRTUOSA

 

BIOGRAFíA

DE:

ORFELINA ALVARADO JARAMILLO


 

 

Una mujer Virtuosa

 

 

Mi nombre es Orfelina Alvarado Jaramillo, nací el 10 de octubre de 1927, en un sector que mis abuelos le bautizaron con el nombre de Rumipamba y que ahora pertenece al Cantón El Chaco, en la provincia de Napo, en el Ecuador.

Mi madre se llamaba Petrona, falleció cuando yo tenía 2 años, antes de morir había recomendado a mi padre Julián, que no nos abandonara, desde entonces mi hermana mayor Inés y yo nos quedamos al cuidado de nuestro padre y la abuelita. Tenía todo el respaldo y amor de ellos. 

En la escuela, me gustaba las matemáticas, pero también aprendí a coser y tejer, mi profesora consideraba que yo tenía vocación para ser maestra, no en vano me había conseguido una beca con ese propósito, pero al momento yo creía que era más importante acompañar a mi padre, además acceder a la beca significaba salir a Quito, dejando a todos los familiares e ir al internado, con demasiado peso sentimental por resolver decidí quedarme en casa.  Concluido la escuela, comencé a confeccionar ropa para mis vecinos que tenían necesidad de abrigo e intercalaba con las actividades en la chacra. Una de las mayores necesidades en la comunidad, era la falta de ropa para los niños, para ese entonces mi padre me había provisto de un poco de material y yo me las arreglaba para confeccionar ropa para niños con retazos de tela.

A los 22 años me comprometí con Rafael Herneldo Zarria Vargas, luego nos casamos el 25 de enero de 1950. Trasladada a vivir en Linares, un pueblo cercano más al Sur y hermoso por su abundante naturaleza, en mi nueva familia, veía como se hacía realidad el sueño, cuando empezaron a llegar uno por uno los hijos e hijas; y había que proveer de vestido, desde los escarpines o pañales, hasta la ropa para los niños más grandes, además podía continuar ayudando a las familias que necesitaban de ese servicio.

No conocía mucho de mi propósito en la vida, pero los pasos se aceleraron en una dirección que no había pensado, -ser instrumento para generar vida. Dios nos bendijo con 14 hijos, Leonardo Bolívar en 1948, Dina Emperatriz 1949,   Eloína Práccides 1951, Corina Eulalia 1953,  Cornelia Oliva 1954, Nelson Samuel 1957, Booz Obed 1959, Silas Merari 1961, Rode Uvaldina 1962, Hogla Gemima 1963, Ada Claudia 1965, Magdi Vitelma 1967, Leighton Natanael 1968, y Esteban Herneldo 1971, esto nos daba la certificación para ayudar a los demás en las tareas del parto, mi esposo Rafael atendía y yo era su asistente, acudir a los nacimientos donde nos llamaban era emocionante, la única intención que teníamos era la de ayudar a otros.

En las décadas de los 50, o 60 acceder a un médico era casi imposible,  con menos opciones que hoy los parteros teníamos que hacer “milagros” para que salga bien un alumbramiento, las labores de parto comprendía un proceso bien estricto incluso para la dieta previa y después del parto, por ejemplo el uso y aplicación de fajas, o la encaderación, las familias preparaban con anticipación sus gallinas de campo para la dieta sobre todo después del alumbramiento,  y “el baño de purificación “con hojas de chiriguayusa y más yerbas, receta que aprendí de mi abuelo y de mi suegro. A veces sugeríamos nombres para los recién nacidos cuando querían poner los nuestros. Pero cuando les contaba que yo llevaba solamente un nombre el de Orfelina, entonces estaban obligados a poner cualquier otro que quisieran.

El caso más notable que experimentamos fue hacer una cirugía a un niño con problemas de habla por su frenillo en la lengua.

Pero creo que lo más común que se daba era hacer lavados estomacales con los que teníamos muy buenos resultados.

Además, Rafael, ayudaba a mucha gente que tenía lesiones, yo estaba asistiendo con los ungüentos y mentoles especiales que usaba para tratar los casos y una vez realizado el tratamiento los pacientes se iban curados, llevándose un valor agregado que no les cobrábamos nada y estaba además servido en la mesa una taza de café caliente. Nos daba mucha alegría ver que se vayan sanos y contentos.

Si tuve 14 hijos, como no iba a aprender a cocinar y servir, me alegraba ver la manera como se sirven la comida, y lo que permanecen sentados charlando y riéndose con sus bromas. En la casa dependiendo de la época, teníamos muchos trabajadores, tenían derecho a salario y a la comida algunos podían hospedarse si lo deseaban. Con la misión de que cualquier persona que llega a casa, le compartiríamos la comida que teníamos en ese momento, un cafecito con tortillas o yucas refritas, o un café con chorreado que es lo más rápido que se hace. Sin café “no tenía sentido la vida, ni el día”.

Una buena opción era tomar café en la tarde, con algún amigo que visitaba.

Si no se tiene amor para servir, creo que fuera imposible vivir en el campo, siempre existen muchas necesidades; pero una tiene que hacer todo lo posible para que los hijos no sufran, o tengan siempre algo que comer, eso significa tener el habito de levantarse temprano para preparar el desayuno o esperar hasta muy tarde en la cena, cocinar para el número de personas que fuera, y de antemano haber cosechado frutos de la huerta suficientes con la idea de que sobre y no falte; por ejemplo: si el menú para el desayuno es (tacacho o majado) el plátano deben estar cortado el día anterior, una vez cocido debe servirse en la mesa y convidado a la hora exacta, donde todos deberán sentarse a la mesa incluido los obreros que tengas ese día, además no se puede dejar de atender los requerimientos habituales de la casa, las visitas y el trabajo en las parcelas.

El contacto con la comunidad permite demostrar tu bondad sin buscarla, solo refleja que la alegría de la vida es compartir con los demás. Si lo que se busca es solucionar los problemas de manera conjunta; automáticamente sabemos lo que tenemos que hacer para salvar un puente o mejorar un camino, y si una es esposa del presidente de la comunidad ya nos podemos imaginar el grado de responsabilidad que se requiere en las famosas mingas; que es una especie de trabajo armonioso para reír y trabajar a la vez o comer, no importa el esfuerzo que implique la labor que se esté realizando, no hay dificultad para ningún trabajo en conjunto. Sabemos que las mujeres tenemos nuestro rol mientras los hombres están en la minga nosotras estamos preparando la comida, son ollas grandes y de menú sencillo pero contundente, que se puede sellar con un refrescante jugo de limón a la hora exacta y en el lugar preciso, esto hace que los compañeros de la comunidad se sientan más felices y complacidos de lo habitual, ya sabemos quién llega solamente para comer, o quien está por el cumplido, o miedo de la multa, o envía un delegado. Pero así es la vida en comunidad, siempre nos da más alegrías que tristezas.

Una oración a Dios es la mejor medicina, siempre pensamos en nuestros hijos; queremos que ellos no sufran en la vida, mi experiencia como una niña huérfana ha inclinado mi corazón a amar a quien como yo ha perdido a su madre temprano, cuan profundo amor se desborda alrededor de quien es pequeño y necesitado, ahí elevo mi oración a Dios por el éxito y sustento en su vida. Yo fui muy amada de mi padre, Dios puso a mi padre como un ángel, remuneración que tuve al vivir junto por muchos años.

Aprender a respetar o amar no es fácil, solo cuando estamos conscientes de nuestro paso temporal por la vida cambiamos de perspectiva de las cosas; enseño a mis hijos e hijas que debemos hospedar, ayudar al extranjero o dar un vasito de agua sin discriminar a nadie. Pues compartimos lo que Dios nos ha puesto en las manos.

Sea como niña huérfana, o como dama en la sociedad, o como esposa en el hogar, o como viuda,  siempre me pregunto que es lo mas importante si no, el Amor?

Amo a Dios, la existencia, los hijos e hijas, mis nietos y nietas, me esfuerzo que nadie pase hambre, o se encuentre desnudo.

La salud o los achaques de la vejez o la viudez, no deben detenerte de la oración o la dedicación a la lectura. Siempre encontré en el libro de los Proverbios la sabiduría para mi vida  y de las nuevas generaciones:

 

Hijo mío, no te olvides de mí ley,
 Y tu corazón guarde mis mandamientos;

Porque largura de días y años de vida
Y paz te aumentarán.

Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
Atalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón;

Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres.

Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.

Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.

No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal;

Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos.

Honra a Jehová con tus bienes,
Y con las primicias de todos tus frutos;…


En 2011, en su cumpleaños 88, mi esposo ha sido diagnosticado de cáncer de próstata, y es sometido a una operación en el hospital Vozandes de Quito, pronto se recupera y vuelve a casa en Linares, sentimos con nostalgia el paso de los años, recordamos las vivencias y dolores como las pérdidas de nuestros hijos; desde: Dina Emperatriz una niña que falleció a temprana edad, Práccides que desapareció en el terremoto de 1987, Silas Merari falleció en Babahoyo, Magdi Vitelma en su lucha con la esquizofrenia y Ada Claudia guerrera del cáncer falleció el 17 de octubre de 2012.

Me alegro que estén alegres, y no quiero morir aún, para poder servirles mas.

En agosto de  2014, asistí a un chequeo médico en el Hospital Voz andes de Quito, por la presencia de un granito en mi dedo del pie, un médico con acento ruso me ha dicho que tengo tres meses de vida, les ha pedido a mis hijos e hijas que me complazcan y hagan lo mejor que puedan para consentirme, y dice: que la ciencia no ha logrado todavía una cura para el cáncer de piel tipo melanóma, que a esta edad de 87 años no es procedente amputar mi pierna, y que podrían tomar procedimientos paliativos, y que ya pueden salir del consultorio en este momento, el ruso se compromete en contestar la llamada si necesitan alguna ayuda, pero antes le digo: después de una riza, que el no sabe que Dios, me da la vida y que solo el determina cuando me llevará. Al cabo de un año hemos vuelto a llamar al doctor para consultar, si podríamos tener un chequeo, pero ha sido imposible, nos ha contestado una secretaria comunicándonos que el doctor Gennadi Tikhomirov, (ruso) ha muerto hace unos meses atrás. En ese momento recuerdo el alago que me propinó; “Ud. es una mujer de oro, en el mundo existe una de mil ….deben cuidarla”, y que después refiriéndose a si mismo exclamó: “Ud.  va ha vivir mas que yo, yo he de morir primero”.

En 2017, a los 94 años, Rafael ha dicho que esta viviendo tiempo extra y encarga a los hermanos la tarea en la iglesia y finalmente reposa del cansancio de habitar esta  tierra.

Me quedé viuda en el año 2017, pero no estoy sola, en casa me acompañan mis hijas solteras Corina y Cornelia; “las tres mujeres” tomamos tareas habituales en el campo, tengo la visita de mis hijos e hijas y los nietos que no faltan, nos alegramos de tener muchos hermanos y amigos que nos han hecho sentir alegría cada vez que vienen,  y tristeza cada vez que se van.

Es agosto del 2020, mientras reposo en Linares, he sentido dolor en mi estomago pero me preocupa mas el mareo de mi cabeza, esta noche fue difícil dormir, Cornelia ha comunicado al resto de hermanos mi estado y decidimos salir a Quito, nada es fácil, porque alrededor esta la pandemia del Covid 19 y han cambiado los protocolos de entrada y salida, ya es 15 de agosto de 2020, los primeros exámenes son para descartar el contagio, he llegado por emergencia y estoy en cuidados intensivos, me recuerdo que Rafael paso por aquí y que en otra ocación estuve yo siendo despedida del doctor ruso, y en otra ocación por un chequeo médico donde descartaron el cáncer de piel tipo melanóma, pero hoy me parece mas difícil, porque no me operan, ni veo que haya prisa de los médicos, aparte de que tengo respirador artificial, para mi es difícil entender a los médicos; escucho entre sombras: vesícula hinchada llena de líquidos, pulmón cubierto de agua, corazón con una arteria cerrada e intestino roto. Mañana confirmaremos a través de una endoscopia y sabremos los detalles, Hogla y Cornelia me han acompañado. Ha llegado el día donde los resultados se descubren, descartan una rotura intestinal, pero existe una mancha en el esofago, las muestras han enviado al laboratorio para descartar o determinar su estado. Es 17 de agosto llama el doctor a Hogla y le cuentan del resultado, a mi no me avisan solo sospecho: cáncer al estomago, ya sin remedio, les sugieren que me lleven al oncólogo, que sería para ellos muy delicado,  pero sin entender aún me quedo en otra sala menor; “vienen otros días, todo va a cambiar de aquí en adelante le dicen”. Y se repite la frase: no hay remedio, consientan,  denle un helado, ¿cómo pueden negarle un helado si ella quiere? sometanle a la quimioterapia dice un doctor y el otro dice: no. O denle un tratamiento paliativo, ténganla  en su casa y definan un médico que les asista, estamos para servirles, vengan el 24 para retirar el catéter. La factura por favor en la oficina.

Es la noche del viernes 21 de agosto de 2020, permanezco en Quito donde mi hija Hogla, es una casa de huéspedes, tenemos una reunión vía Zoom, casi están todos mis hijos; - ¡nadie sabe! ¿qué pasará mañana?

Me preguntan: ¿cómo estoy? Y les digo: a veces con pena, otras veces quiero ir a casa,  

 ¡pero a la casa de arriba!.

 

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